(Al maestro de esgrima, que vivió lentamente haciéndome sangre)
Mis abuelos se casaron por tercera y alguien abrió una cafetería esquinada en la avenida que tenía las paredes malva. Aprendimos el arte de coser carne de hombre en un cuarto de hora y el rey dijo la palabra crisis. Luis me llamó por segunda para decirme que había roto otro condón y me alegré por un momento de estar durmiendo sola. Saqué el teórico y suspendí una vez el práctico. Aprendí a aliñar ensaladas con miel y soja y me enganché al té de fresas con nata. Jose se mudó a la habitación de enfrente y me pintó la vida con abrazos. Me hice con la planta seis, blefarospasmos, la argentina de Marsol y el café de los adjuntos casi sin quitarme ropa. Me ofrecieron un puesto de amante y otro de comercial, y a los dos dije "el siguiente". Me echaron de clase y un cura me preguntó si trabajaba en radio. Chaouen cantó semilla en la tierra después de la tercera voz y Bea durmió en el salón. Conocí poetas, genios, camareros, idiotas, dueños, un par de grandes con guitarra y luces amarillas de Savor. Enamoré a varios hombres y me volví loca por uno. Aprendí a robar objetos sin valor y mandé tantas cartas que el cartero se jubiló antes de tiempo. Rebeca, Lau, María, Sara y yo bebimos en el Molly tanto que volvieron a brotar barbaridades con denominación de origen. Mi padre descubrió que su hija no era tan golfa y se llevó una decepción. Metimos un perchero blanco en un Ibiza blanco, nos persiguió la Sexta, y la nieve nos caló en una ciudad que no era tuya ni mía, pero un poco de los dos. Aprendí a hacer el amor. Me reí del sexo. Bebí más de lo que pagué. Pagué menos de lo que te debía. El desayuno se convirtió en vocación y el allanamiento de morada en puro vicio. No pisé historia, patología general ni el suelo bajo la mesa de tu jefa. Mudé los pies al salpicadero y las plantas al parabrisas mientas conducías. Y volé en el ocho. Volé tanto en el año ocho que me dan ganas de volarlo todo si el nueve no se viste de tu boca escarbándome con rabia las células del pecho.
dan
ganas
de romper
con todo,
Que.
(que te quiero)
Espero que metáis el pecho en el nueve
rompiéndole la espalda al resto del invierno.
Nos vemos en febrero (quizá...)
Hasta entonces...un beso rojo