Tengo todos los cajones llenos de pequeñas bombillas,
vivimos en la ciudad de los terremotos,
y cuando no, mis horcajadas sobre ti
hacen revolverse a Richter en el metro cuadrado de su nicho.
Los días de lluvia y temblor, las bombillas,
forman una hilera en el esqueleto de madera que las contiene.
Y comienzan a ondear como culebras lumínicas entre nuestras pertenencias.
Mis bragas se adornan como árboles
de falsa, negra y transparente navidad con encaje
ante los que te arrodillas al son del miserere
con mil lenguas de fuego.
Vivimos, amor, en la ciudad de los rascacielos
y los terremotos.
Dormimos en olas 2x2 de lluvias torrenciales.
Bebemos las naranjas más salvajes del planeta.
Soñamos con lobos que nos muerden sin dientes.
Limpiamos con el mantel la gota de sangre del plato de sopa.
Nos soñamos como bebés hambrientos que respiran lento.
Mientras tanto,
las culebras fluorescentes de este pequeño piso
escriben nuestro amor en letras de neón
y ya sabes,
que se joda el resto de tipografías.
6 comentarios:
El filamento ardiente de la bombilla encendida es el hilo con el que nos cosemos por dentro...
... y eso tiene el verbo, que es infinito, más que los números casi. Debe ser por la naturaleza misma del delirio.
Abrazo.-
algunos guardan bombillas en los cajones como otros viejas fotografías de tiempo mejores: esperando que algún día tengan alguna utilidad...
Muy bien descrito, me ha llegado a alma.
Un abrazo,
Suena a la poesía que deben escribir los poetas viejos,
los de la beat, los del pañuelo y la calle,
la rabia en los azulejos de la cocina,
la pasión desbordada de medidas
en las medias de tus piernas y
hasta tu cinturón de sastre,
del desastre de tus medias tintas
y tu par de libros de Sartre
de la estantería.
Mucha brida y mucho cable
en la casa de los ríos y las azucenas,
y las puestas de sol interminable.
Mucha tela y mucho encaje
debajo de la cama
solo hambre.
Muy bueno...
Felicidades por tu rojo-blog.
Abrazos.
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