Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

23 junio 2008

¿MAMÁ?

Nunca fue buena para las fechas señaladas. Ni cumpleaños, ni método ogino, ni santos, ni descuento en el árbol, pero hay números que no se olvidan.
Perdió a su madre el día en que nació su tercera hija, que fue el mismo en el que el Atlético de Madrid ganaba con esfuerzo su séptima Copa del Rey. Aquel sábado en el que la perra, de la perra, de la vecina se quedaba preñada y los pimientos subían diez pesetas. Exactamente el mismo en que su marido decidió irse con su amante cubana, diez años más joven que él. Pero lo peor, con mucha diferencia, de ese veintinueve de junio fue la decisión del abuelo de la criatura, que con toda la buena fe que cabe en las arrugas de un hombre de setenta años, decidió llamar a la pequeña como su difunta esposa. Catalina. Y fue lo peor porque ella no soportaba a su madre. Y fue lo peor porque después de los dolores del parto y aún con la frente empapada en sudor, el cordón umbilical sin cortar y la explosión hormonal de oxitocina, ya había olvidado lo que era estar casada. Y es que no le importaba demasiado dejar de lavarle los calzoncillos a quien había convertido su abdomen en un campo de estrías y su vida en un aburrido programa de ordenador que ignora el significado de la palabra movimiento aleatorio.
También es verdad que aquello de la reencarnación le sonaba parecido a las letras rojas del panfleto que estaba debajo del teléfono, y que decían no se qué de arroz tres delicias con gambas.
El segundo día que nunca olvidará fue aquel en el que entendió todo. Entendió por qué Catalina no dormía la siesta como los bebes normales y lloraba cuando quitaban la telenovela de la dos. Entendió por qué no se iba a la cuna sin mojar antes el chupete en chinchón el día que intentó hacer las croquetas de su madre. Aquel día, Catalina, sentada en la trona con un babero rosa muy grande colgado del cuello, agarró una croqueta y se la metió en la boca. Cuando tragó el trocito que había mordido, bebió agua y dijo mirando a su madre: “Mira que te lo dije, que no te casaras con ese desgraciado, que no hay nada como el jabón de lagarto y que la bechamel hay que removerla todo el rato. Anda, llévame al sofá que va a empezar la novela”

16 junio 2008

¿SABES QUÉ?


Podría decirte que hay quien confunde el cajón de mi ropa interior con la lengua de una geisha, o que cambié de planes para comerme a cucharadas el número dieciocho de la carta del Mandala. Podría hablarte de la médula espinal de los paraguas y del terciopelo rojo de la lámpara que vive esquinada en mi salón. Quizá te contase la leyenda del hombre que se convirtió en fibra muscular, la teoría encendida de la luciérnaga apagada, y el cuento de la carne de aceituna de un olivo en la carretera. Descansaría siete segundos para beber un trago de tequila de contrabando (directo desde la Ciudad del Viento hasta la veleta incompetente de mi comisura), y (te) confesaría que (a mí) me gusta hacerlo a secas y enfrente de un espejo, y que odio la sopa. Te diría lo poco que me importa la huelga de transportistas, pues sólo desayuno flores de naranja y corazones que ruedan, solos, por la calle Compañía. Te hablaría de una marca de nacimiento con forma de estrecho de Gibraltar, de musas que mandaron a la mierda el paro, de los ojos de buey (morados), del terremoto de Lisboa, las plumas de las nubes y la república independiente de mi cama. Del delirio nihilista, de las cinco letras de mi nombre o de la relación proporcional que existe entre los kilos de césped recién cortado y la intensidad del olor a sandía. Del síndrome del ascensor en la biblioteca, de incienso de menta, del maullido de los perros con tacones, del cayado de la aorta y de que Nadal cree que soy pelirroja. Te diría que el parqué derretido es una droga dura, que las cosas sí son lo que parecen, o incluso peor, que siempre quise tener un maestro de esgrima... Pero entonces, sabrías demasiado y no me quedaría más remedio que matarte o hacerme un cinturón con tus cuerdas vocales.

09 junio 2008

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Quizá debas pensar que esta vez las paredes no se mojaron de lágrimas
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01 junio 2008

DECRÉPITA CONQUISTA

Disuelta en el arco que acoge
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el aplomo aguado
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de tu luminiscencia.
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Afanada por sentir viva la piedra
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y el bonsái de tu derrota.
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Decrépita conquista
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la del reino de mis piernas,
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la del llanto del artista,
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la del circular cubista
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que busca en su cuerpo siluetas,
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ignorando que quizá lo que palpita
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no sea más
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que el corazón de una cereza muerta.
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Escrito para
SALAMANCA LETRA
CONTEMPORANEA