El amor era como una luciérnaga apagada de alto consumo,
con su filamento fosfórico apuntando, íntegro y caliente,
hacia el más profundo de tus trozos de carne,
allí donde convergen tu sexual arquitectura
y la circunvolución de la belleza.
El amor no era más que tu cuerpo
flotando mar adentro, mecido
por olas que huelen a cabello de bebé
y dorado al sol como pan crujiente.
El amor en tiempos tse-tse, me susurraba
una centenaria en el último puesto del mercado,
removiendo sus nudosos y largos dedos
que olían a azafrán y pimientos verdes,
el amor en tiempos tse-tse, te hará soñar toda una vida
y abrir los ojos cuando se apague
la última luciérnaga de la camada.