Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

30 marzo 2009

GESTIÓN Y CONFECCIÓN

Lisérgica escena, te comento, la de la regencia de las piernas cuando el cuento acaba siendo griego. Y ya ves que las abejas se hacen la boca crema en el centro de Madrid y aquí la lengua clavel en ocho y sidra sin gaitero. Lisérgica escena también, la puta de Carmen, y el amor de su compañero, los zapatos viejos, la sonrisa en el aire y los pies infectados de todo lo que duerme sin techo. Que me encanta que llenes de risa la casa y me dejes vacío el abrazo, cuando tuerces el paso y te dejas caer por mi trozo de vida, al final de la fiesta (a la derecha) cuando a algunos les quedan vivas media neurona y media. Vente, que ya lo decía ése. Vente antes de un vente maleado en compañía y devórame el parásito de invierno que se nutre de las crías de la primavera.
Y tú vente, para siempre, corazón y devórame en lo verde. Lisérgica escena en la que tiemblas sin ver que quien te hace quemazón no es nadie más que yo. No me busques las tres bocas abiertas y tápame una con la base de la lengua. Que te crezcan mis encinas en ausencia y florezcan cuando te bebas mi vera.
Vente, vente que te quiero, vente...
.
.
.
.
.
Por un fin de semana
mirado a través
de un culo de vaso.
Porque volváis lo más pronto posible.
Porque os echo ferozmente de menos...








22 marzo 2009

POESÍA DE PRIMEROS AUXILIOS


Este martes 24 a las 22:30 en el Savor
(San Justo 28, Salamanca)

Al mando de las letras:

El hombre que
(www.el_hombre_que.blogspot.com)

A la música:

Xavi Martín, de Lila dit ça
(www.myspace.com/lilaruido)

Y una Roja servidora,
a un poquito de todo:

(www.myspace.com/rojahastadoler)



¿Nos cruzas?

16 marzo 2009

LA VICTORIA DEL PERDEDOR

El perdedor tiene los ojos oscuros y secos, y la suerte en el bolsillo derecho de la chaqueta. De esa chaqueta que viste desde que se recuerda a sí mismo, marrón e integrada casi en el trozo plastificado de su identidad. No camina lento, como quien sabe de las nubes o de las formas de las copas de los árboles, ni rápido, como si tuviera algo más que hacer que rumiarse las entrañas los días festivos. Sus pasos se clavan en los trozos de tierra sin asfaltar, intentando sembrar un poco de vida artificial, y flotan en las aceras para hacer en la ciudad el ruido de los muertos. La mirada del perdedor es su órgano vital. Directa, ladrillo cara vista, lijada, a un paso de la tristeza crónica y a dos de la serenidad. Penetrante. Tanto, que es considerada un arma blanca para quien se pone a tiro. Reniega del espejo y así evita la ley del efecto del escupitajo en contra del viento y el buscar de los perdidos. Los individuos de esta especie casi siempre mueren ahogados en su propio jugo. Encharcamiento de pulmones, o de cuentas pendientes con el tiempo, aunque el tiempo les importe medio carajo. El perdedor, ya sabes, nunca sonríe. Sólo algunas veces, al final de la batalla, cuando la medalla de oro cristaliza en el trozo de mierda que dejan a su paso, y que, ya sabes, no deja de ser su única victoria.

09 marzo 2009

EL HOMBRE DEL FARO

El hombre del faro copió en sus ojos el color que el mar tiene cuando acaricia a los peces, por eso siempre que mira algo, extiende una fina capa de salitre, que sería casi imperceptible si nadie posase el dorso de la lengua sobre ella, como una mariposa. El hombre del faro sube cada mañana noventa escalones con forma de caracol para dar los buenos días a la marea baja, y limpia con un paño blanco el gigante cristal que guarda al foco su reflectante cara. Tiene en la tez dorada arrugas, que forman los lazos de las rutas que llevan al Mar Caspio. El color de su barba es castaño, como un campo bañado en nuez moscada, y sus manos ásperas de tanto jugar a las escamas. Cena cada noche pescado, hecho a fuego lento a los pies del faro, cuando éste está apagado y lo único que alumbra son las almas que hablan con las llamas y los millones de estrellas que observan desde el cielo el sublime ritual. Viste colores claros y telas frescas que al aire ondean con orgullo el descuido masculino y sus sábanas tienen aroma a resaca dulce y bebé de ballena. Guarda en un baúl entero de madera los tesoros de dos millones de vidas. Cartas amarillentas y carcomidas por los bordes, que relee cada vez que le entra hambre de carne, tinta china y seda. Una pluma tallada en ébano, que trajo de Sri Lanka en uno de sus viajes, y con la que le escribía cartas amarillentas y carcomidas por los bordes a una mujer de labios rojos y vestidos cortos. Y una caja de cartón llena de monedas de todos los rincones del mundo, menos aquel rincón danés que se llevó en la boca la aquella mujer cambiado por sus bragas. El baúl tiene un candado de cobre roído porque siempre pensó que los pulpos hablaban latín y resolvían ecuaciones y la puerta del faro el hueco del tamaño de unas caderas, porque siempre pensó que alguien volvería reclamando unas bragas y el resto de una vida mecida por las olas.

03 marzo 2009