Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

28 octubre 2007

QUIEN ES QUIEN

Corrías quemando la acera con la planta de los pies. Con los pulmones helados como dos globos suicidas a punto de estallar. A punto de escupir el corazón por la garganta. Corrías arañando el aire con tu barba de tres días y tus ojos de dos mil.
Corría sin fundir los tacones de cazar en la viscosidad de los bordillos. Perdiendo pestañas que se enfrentaban a la dirección del viento de ciudad. Con los labios ardiendo de rabia y los muslos a diez metros de mí.
Aullabas a la libertad de los instintos. Al ansia puta. A los arañazos que se lamen solos. Al poder de los dientes desatados. A las zarpas sin alianza. A los pelos sin lengua y el idioma de sólo dos vocales.
Invocaba al poder de la pistola enganchada en una liga. Al cetro de charol. Al rojo de la sangre de quien corre a cuatro patas. A tu cabeza colgada en mi pared.
Corríamos sin rumbo, sin casa, sin saber. Corríamos sin aliento, sin miedo, ciegos, con ganas de algo, por calles perpendiculares y oscuras. Con la luna llena de bombilla, blanqueándonos la piel y la locura.
Llegamos con las piernas temblando al cruce de tu acera con mi asfalto. Te paraste en seco, clavándote las uñas en las palmas de las manos. Me paré a medio pie de tu nariz. Apreté los dientes, como en un pulso de rocas, soltando escalofríos por la nuca.
Me agarraste de la muñeca sin decir nada, mirándome fijamente a los ojos. Sumaste dos mil diecinueve, y surcos de tres días en la córnea.
Me dejé agarrar y echamos a correr como cuerpos sin alma. Con el reflejo a la velocidad de la luz en los escaparates. Dejamos atrás farolas, hoteles, puertas y ventanas. Respirando fuera de las afueras. Corrimos hacia donde el horizonte no se cose en vertical, y los grillos se rompen las cuerdas vocales.
La luna se fundió en una subida de tensión después de horas alumbrando gemidos.
Amanecimos con rocío en los párpados y un nudo de doble lazo, piernas y brazos.
Tú... arañazos de los que se lamen solos en la espalda y huellas de colmillos en el cuello.
Yo... una bala de plata en el abdomen y ojos de loba sin luna.
Amanecimos preguntándonos de quien sería la cabeza y de quien la pared.

19 octubre 2007

SEXO ESCÉNICO


Encendida cuando apagas la lámpara de pie
Quien se queja del sueldo del perchero
Un kilo de trozos de labio mordido por el suelo
Síndrome de “quiero que sea ayer”

Eres un lobo aullando pentagramas
Hay huelga de ruedas, cama y cabaret
Y yo escapada en el express...

Que puta maravilla los modales de la vida
Se licenció en sacar de quicio y vino bueno
Ganas en botella cosecha del 73, menú del día
Que bien sabe el café, perdido el norte en 1,20

Eres un lobo aullando pentagramas
Hay huelga de ruedas, cama y cabaret
Sexo escénico de ayer
Y yo... hoy en el express

Y no me grabes, me escapé sin neceser
Puedo vivir en una caja de cerillas

Siempre que alguien incendie el cielo
Matando el mono de arañazos formato mp3

Eres un lobo aullando pentagramas
Eres un lobo aullando pentagramas...



Rivas 18-10-07

15 octubre 2007

DESCONOCIDOS

Te miraba fijamente a los ojos, como quien clava un dedo en un bote de miel con la esperanza de encontrar abejas asesinas en el fondo. Buscaba el sabor de los aplausos premiando la credibilidad insolente que nunca me ha costado maquillar, mientras adornaba el silencio con la densidad aceitosa de un cruce de piernas. Tu paciencia caía en picado, al ritmo que entraban en un coma reversible tus ganas de escucharme. El humo del bar difuminaba mi falsa sonrisa y las quinientas colillas del cenicero dejaban en carne viva tus pulmones. El tipo de la barra me miraba, alternándome con la copa de coñac que movía de manera casi imperceptible y la luz de la calle moría poco a poco dando paso a la de las farolas. El reloj marcaba una hora y siete minutos más que la última vez que lo miré, cuando entraste por la puerta y te sentaste enfrente de mí sin decir nada, y ninguno de los dos dejamos la lengua libre, quizá porque nuestras bocas no son mayores de edad.
Mis músculos se movieron llevándome con ellos y la silla se quedó sola. Me abroché el abrigo y rocé tu cara con los labios, como quien besa un aguijón o una casita de naipes.

Mientras apagabas el último cigarrillo me alejaba por la Avenida Italia pensando en todo lo que no decimos desde que nos hicimos desconocidos.

09 octubre 2007

Me pierden los continentes
Remolinos
Lengua ardiente
El silencio a ti te come
Madera
Polo norte
No cambio el contenido
Ya no hay nada que perder
Ni gano nada contigo
Pero juego a Frankenstein
¿Sientes algo humano?
Y yo experimentando...
Te regalo lo vivo si hace falta
Tiendo manos
Esta vez sin carcajada
Y siento los continentes
No te asustes
No reavivo
No es sadomasoquismo
Es sólo archivo
Papeles sin arrugas
Con el mismo contenido
Y sienta bien
Que sé que lees
Cuando te digo
Que lo siento,
Me pierden los continentes
Pero no los contenidos...

01 octubre 2007

"Sabía que vendrías..." ESCRITO EN LA MESILLA

Tendría una visita a las siete. En punto. Ni antes ni después. Llegaría cuando la aguja derretida del reloj del salón apuntase al número de los pecados, cuando los pecados derretidos apuntasen a un número infinito. Sus ventrículos se lo dijeron en Braile. A las siete, él vendría y ella estaría lista.
Se desnudó, como arrancándose un envoltorio artificial, un aislante del tacto que tocaba su cuerpo sin permiso. Tiró con fuerza la ropa interior al suelo. Le esperaría desnuda...
Fue matando una a una las horquillas de su pelo, hasta que una melena oscura cayó en picado al epicentro de su espalda, moviéndose con cada giro, acariciando sus hombros. Libre. Le esperaría despeinada...
Cogió el perfume en forma de manzana, con tapón de plata engañosa, como el nácar engañoso de sus dientes o el azabache engañoso de sus ojos.
Vaporizó manzanas dulces en su nuca, en su escote, en el pliegue de los codos, se frotó las muñecas y se rozó suavemente el ombligo con ellas. Le esperaría oliendo a fruta...
Caminó hacia el espejo del baño y se perfiló los labios en un rojo intenso. Rellenó cada pliegue con carmín masticable.
Bajó levemente las persianas, volviéndose un poco diosa, creando de sus manos la penumbra.
Encendió siete velas, que colocó delicadamente, señalando el camino hacia su dormitorio y dejó entreabierta la puerta de la calle. Siete menos cinco.
Escribió una nota que dejó en la mesilla y se tumbó en la cama impregnando las sábanas suaves con el aroma de su cuerpo, taladrando el colchón con su pulso galopante, disolviendo el silencio con los gritos de sus ventrículos en Braile.
El fallo cardíaco llegó a las siete en punto, abrió la puerta y el aroma a fruta fresca le acompañó mientras seguía un camino de velas...