Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

29 diciembre 2008

SIETE MÁS UNO

(Al poeta, por el otoño-invierno de la punta de la lengua que murió de felicidad chupada sin medida alguna)
(Al maestro de esgrima, que vivió lentamente haciéndome sangre)
Mis abuelos se casaron por tercera y alguien abrió una cafetería esquinada en la avenida que tenía las paredes malva. Aprendimos el arte de coser carne de hombre en un cuarto de hora y el rey dijo la palabra crisis. Luis me llamó por segunda para decirme que había roto otro condón y me alegré por un momento de estar durmiendo sola. Saqué el teórico y suspendí una vez el práctico. Aprendí a aliñar ensaladas con miel y soja y me enganché al té de fresas con nata. Jose se mudó a la habitación de enfrente y me pintó la vida con abrazos. Me hice con la planta seis, blefarospasmos, la argentina de Marsol y el café de los adjuntos casi sin quitarme ropa. Me ofrecieron un puesto de amante y otro de comercial, y a los dos dije "el siguiente". Me echaron de clase y un cura me preguntó si trabajaba en radio. Chaouen cantó semilla en la tierra después de la tercera voz y Bea durmió en el salón. Conocí poetas, genios, camareros, idiotas, dueños, un par de grandes con guitarra y luces amarillas de Savor. Enamoré a varios hombres y me volví loca por uno. Aprendí a robar objetos sin valor y mandé tantas cartas que el cartero se jubiló antes de tiempo. Rebeca, Lau, María, Sara y yo bebimos en el Molly tanto que volvieron a brotar barbaridades con denominación de origen. Mi padre descubrió que su hija no era tan golfa y se llevó una decepción. Metimos un perchero blanco en un Ibiza blanco, nos persiguió la Sexta, y la nieve nos caló en una ciudad que no era tuya ni mía, pero un poco de los dos. Aprendí a hacer el amor. Me reí del sexo. Bebí más de lo que pagué. Pagué menos de lo que te debía. El desayuno se convirtió en vocación y el allanamiento de morada en puro vicio. No pisé historia, patología general ni el suelo bajo la mesa de tu jefa. Mudé los pies al salpicadero y las plantas al parabrisas mientas conducías. Y volé en el ocho. Volé tanto en el año ocho que me dan ganas de volarlo todo si el nueve no se viste de tu boca escarbándome con rabia las células del pecho.
Que
dan
ganas
de romper
con todo,
Que.
(que te quiero)

¡¡¡Feliz año a todos!!!
Espero que metáis el pecho en el nueve
rompiéndole la espalda al resto del invierno.
Nos vemos en febrero (quizá...)
Hasta entonces...un beso rojo



22 diciembre 2008

EL DON DE LA SABIDURÍA

Ahora que lo sabes,
ahora que saben cuantos elefantes ahogaría en la bañera
si el tapón fuese redondo,
y corriendo por un borde llegase a todo
lo que al otro, tiene tu puñetero nombre.

Caramelizado como la manta

con la que te tapo cuando el mundo grita suerte.

Y ahora que saben que la suerte
la tenemos refractada en el tercio de todo lo invisible
cuando el aire se me empacha
de follarte en el sofá como quien devora sauces.

Ahora que lo sabes,
que sabes lo que se me clavan los doscientos incisivos
ahórrate el frío y niévame el resto de diciembres
porque que yo recuerde,
no tendré nada mejor que hacer en primavera.



12 diciembre 2008

ROJA, QUE & DELGADO

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Roja Que & Delgado
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Cruzando(te) la boca en El Savor
Miércoles 17 a las 22:30...
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08 diciembre 2008

MIDNIGHT PASSION

Se pintaba lentamente las uñas de la mano derecha. Se pintaba con una sutil y voraz delicadeza las uñas de la mano derecha mientras contemplaba a segundos alternos su reflejo en el espejo del armario, que por alguna razón seguía abierto. Si giraba la cabeza rozándose la nuca con el pelo podía observar, delirante, las puntas del electrocardiograma del cielo de Madrid. Y si hubiera disuelto lo disuelto de sus ojos en las olas de la mesa, se habría ahogado en el mar Rojo de su taza humeante de té de fresas con nata. El radiador de la esquina, ese radiador cuya anterior dueña podría perfectamente haberse llamado Felisa, o incluso Gúdula, adornaba la habitación con una temperatura que permitía que su piel quedara al aire, y bailando con éste, los primeros acordes de Why does it always rain on me? Probablemente fuera llovía la muerte del color carne, y probablemente yo ni siquiera escuchaba el tambor de las gotas de agua sobre la poyata. Se pintaba lenta y vorazmente las uñas de la mano derecha porque era con la derecha con la que me masturbaba. O eso fue lo que me respondió cuando le pregunté por la izquierda. Después saboreó altivo y encantado mi cambio de color mientras el Midnight Passion se secaba a la revolución autocrática del clímax de sus falanges.

01 diciembre 2008

KAMCHATKA


Entonces respirar por la boca era como Kamchatka, y la sangre que pisábamos corriendo descalzos flechas de proximidad en la autopista. Y al final nunca pasamos por Nankín, ni descolgamos aquellas bragas del pomo dorado de la puerta. Tampoco fuimos a cazar zorros lanzándoles naranjas ni a vender órganos mudos de indigentes. No tuvimos hijos ni matamos perros. Respirábamos por la boca mientras corríamos recordando todo aquello de lo que no teníamos ni tendríamos recuerdo. Yo no enterré a tus padres y tú no desenterraste a los míos, ni mis abuelos resucitaron a los curas del pueblo, ni siquiera rompimos un espejo con el grito de un orgasmo. Corrías y nunca aprendiste a hacer arroz con leche, corría y nunca nadie supo lo que me encantaba que me pitasen los oídos y mi capacidad para que los demás se comprasen una trompeta. Ni complejo de clavo. Ni ojos de plato. Ni Edipo en el puchero. Y ya ves nunca nos hicimos viejos, ni volvió a nuestros ojos la República mientras comíamos pastas de té. Ni casi crujían los huesos de niños en los ceniceros. Al fin y al cabo correr por las vías en sentido contrario al tren que se dirigía a Kamckatka era como respirar por la boca. Y lo de resistir un estúpido cuento para cobardes que no entraba en nuestros planes.

24 noviembre 2008

HÉROES

Y resulta que las horas pasaban lentas. Tan lentas como quería que pasase cualquiera de esos días en los que no tenía nada más que hacer que desayunarme la mañana en labios verdes o frotar el envés de la piel de la razón contra los ventrículos abiertos de las colchas blancas y negras de Ikea. Y creo que sí, que las horas pasaban tan lentas en los pasillos infectados de desinfección como las lenguas de la mayoría de los animales vivíparos sobre el pelo recién nacido de sus crías. Y no quiero decir, para nada, que no fuese una sensación subjetiva, y tampoco que los relojes de arena que tengo en las axilas no siguieran las horas puntas de otro meridiano más cerca del cerco del horizonte de los días sin otoño, o de los de apellido Auto-res. Pero las horas pasaban demasiado lentas, tanto que me hacían escurrir en los ojos las cortinas. Y ahí es donde aparecía él. Sí, él. Él estaba sentado sobre su colcha de Ikea y me miraba. Me miraba mientras yo me recogía el pelo frente al espejo de su armario blanco. Como una palabra de autodefinido que se queda inmóvil, ya colocada, mirando el cuadrado negro que tiene enfrente, uno de esos agujeros negros que para las palabras de los autodefinidos deben ser como la materialización de lo desconocido. Pero la cuestión es que él me miró y me dijo que estaba guapa. O mona. O algo así. Quiero decir, una de esas cosas que se dicen, que en realidad no sé si quieren decir algo o son simplemente un beso solidificado. Así que me acerqué y le besé. Y entonces, mientras yo volvía al espejo él comenzó a leerme un fragmento de Héroes, de Ray Loriga. Un libro morado, con una fina franja color hierba en la contraportada, y en la portada uno de esos tipos a los que me follaría un día cualquiera sin amor. Porque para eso del amor ya estaba él. Bueno, y para follar también. La cuestión es que empezó a leer algo que un par de días después leería yo sola a bastantes kilómetros de distancia de su colcha de Ikea y de las ganas de parar el tiempo. Porque al fin y al cabo la cuestión sigue siendo que las horas pasaban tan lentas, que el único remedio para no clavarme en el colon los minutos de descuento era dejar correr diapositivas en las que me veía amando(le) sobre una colcha de Ikea mientras Ray Loriga se follaba desde la estantería a la envidia en contraportada.

17 noviembre 2008

CUENTA, CUENTA...

A la vuelta de la vuelta
de la vuelta de la esquina
junto a aquella marquesina
donde compras carne abierta
entre mis piernas y poesía
A la vuelta hay una cuerda
que sujeta el horizonte
a una estantería vieja,
un polizón perdido en caldo,
y creo que te debo algo...
Cuenta, cuenta con las muelas
porque si Dios son los padres
y los reyes los amantes
yo debo ser el demonio
y el infierno el baño de los bares
Y a la vuelta de mi vuelta
Poseidón en su pecera
Acércame el cerebro
lo he dejado en la mesilla
y recuperar tus dedos
lo siento, misión suicida
Y la vuelta santa Rita, Rita, Rita
tu alma en papel de regalo
no sabe lo que es el frío
quien no te ha dormido al lado
Y a la vuelta de la cuenta
cuenta que te debo algo
Cuenta,cuenta con las muelas
porque si Dios son los padres
y los reyes los amantes
yo debo ser el demonio
y el infierno el baño de los bares,
y el infierno todo lo que no sea, cielo
no estar dentro del reflejo de tu aliento


10 noviembre 2008

ESTOCOLMO

No recuerdo cómo he llegado aquí. Lo último que bebí fue un trago de té americano y ahora estoy desnuda y me tiemblan las manos. Tirada, mirando la bóveda del techo. Desnuda. Y no recuerdo cómo he llegado aquí ni cuantas horas han pasado.
La moqueta húmeda del suelo, húmeda como las manos tristes de una madre, me enrojece la piel de la espalda. Me arrodillo. La cabeza entre las piernas. El desnudo balanceo no es salida de emergencia. La entrada emergente a la salida. Salirme de la entrada sumergida. Deliro. Grito. Deliro. Y caminar vestida de piel propia nunca fue del todo un problema. Me incorporo. Me incorporo tocando con las yemas de los dedos la pared empapelada de este lugar sin ventanas. Con pequeños ojos de buey que riegan con luz carmesí y máximos caudales el completo de la estancia. Y sin ventanas.
Camino. Entro. Desemboco. Salgo. Boca a boca. Deliro.
Hay cuatro habitaciones separadas por tabiques, comunicados dos a dos. No se cómo he llegado aquí. ¡No se cómo coño he llegado aquí!
Los gritos se convierten en eco cuando chupan el esqueleto a las bóvedas del techo. He marcado con números y uñas el marco de las puertas para no volverme loca. Loca. Loca. ¿Por qué estoy desnuda?
Las habitaciones noreste y noroeste tienen curvas las esquinas, y no se comunican. La sureste y suroeste forman dos triángulos de suelo y se visten de gruesas paredes. No sé. No sé cómo he llegado aquí. Y la luz sigue siendo carmesí, cálida, como la lengua del infierno. Y ya no me importa poner de bandera a la aorta en el escalón máximo de la falta de vergüenza. Y camino. Y miro y sigo. Y digo. Y no. Y pienso y deliro. Y abro cajones al noreste llenos de champagne, donde nadan cientos de caballos negros de mar hablando de burbujas. Miles de mapas de carretera esparcidos por el suelo del sureste, el papel de fumar de las paredes, llenas de historias para no dormir y verse, periódicos universitarios esparcidos por varias de las grietas de los meses. Armarios al noroeste con miles de corbatas, suaves como manos de pianistas neonatales. Y yo, no sé cómo, temblando, he llegado aquí. Y vuelvo a la noroeste, que me lleva a la suroeste donde hay, en el centro, una mesa de roble con un sobre cerrado con lacre y una vela a medias consumida. Y la inexistencia de huellas en la roja y húmeda moqueta. Hay restos de fruta y un sobre sobre la mesa, y ponga dentro lo que ponga, escúchame bien, ponga dentro lo que ponga, no sé cómo he llegado aquí, pero vas a tener que latir jodidamente fuerte para que saque mi cuerpo del tuyo.

07 noviembre 2008

¿NOS CRUZAS?


Este domingo a las 7 de la tarde
(hora punta de dioses y demonios)
en el MalaBar
(calle del Granero, junto a la Plaza del Oeste)
(Salamanca)
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Pd: abstenerse cuerdos patológicos, personas con bypass, criadores de tomates con colmillos, almas fácilmente impresionables, cerebros políticamente correctos, ojos, oídos y lenguas con sentido del pudor, o niveles bajos en sangre del caldo de la desvergüenza...

03 noviembre 2008

EL GRITO DE LOS VIVOS

Supongo que si aquel bar de Lavapies hubiese estado más lleno cuando estrené el abrecartas que robó Markus para mí de aquel museo inglés, alguien habría escuchado, saliendo del baño de mujeres, los gritos del tipo que se retorcía entre mis brazos, y entonces el camarero habría llamado a la policía. Pero no fue así, y mientras la sangre iba sobrepasando los pliegues de su camisa, como un corredor de obstáculos exhausto ante las últimas vallas, yo, que también llevaba camisa, solo podía pensar en que el color de la escobilla del váter era perfecto. Por eso cuando le dejé sentado en el suelo y me empecé a pintar los labios frente al espejo, tampoco podía dejar sonreír y agradecer a algún dios de la mitología griega, que no sobrase nadie al otro lado de la pared, y que la burbuja acústica que formaba la poesía de las voces de Alan y Markus, insonorizara la distancia entre mis huesos y las ruinas de Carabanchel.
Pero siempre hay una gota que salta, o un fallo de cálculo en la velocidad del fluido en el aire, por eso suelo llevar conmigo un broche, que vuela imperdible sobre mi ropa de gota a gota roja. Después basta con lavarla a mano con agua oxigenada. Markus ese truco no lo sabía. Es de las pocas cosas que puedo enseñarle después de haber pasado con él días enteros desnuda.
Cuando nos alejamos de allí pensé que la primera vez que matas a alguien resulta casi tan excitante como la primera vez que gritas en la parte del medio de un coche. En un coche en general, vamos. Y tan peculiar como la primera vez que saltas al hipódromo y te subes al caballo número 7 mientras en tu cabeza, o en la de un par contando con la tuya, suena la pista número 5 de aquel disco, siendo únicamente el personal de seguridad quien piensa que ha terminado la partida. La primera vez que matas a alguien, es mejor que no sea de quien estás enamorado.
Al llegar a casa vivos, Markus y yo, hicimos el amor.
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A Teresa, María e Iván,
por estar allí, sentados
a la izquierda de mi izquierda.
A David, por su corbata,
su miedito y sus bestiales
quince lámparas de araña.
Y a Roberto por el aire,
la calle de la Esgrima,
los días con errata
y todo lo demás.
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26-11-08

27 octubre 2008

ACEITUNAS

A veces te miro a los ojos y me pierdo. Me pierdo como una diminuta peca en el universo infinito que rodea a tu perfecta y pequeña nariz. A veces se me pierde el origen bíblico de las palabras, en el laberinto eléctrico que hay tras el ojo de buey que intuyen tus imperceptibles pupilas. Frenéticas pupilas. Buscando siempre ese no sequé que desencadene la combustión orgánica del roce de todo lo que duerme en su potencia. O simplemente cinco minutos para jugar a las palas en la arena, después de sumergirme en la piel de Belber Ying y flotar, tú, en el mar del Principito.
A veces me asusta tu bestial circuito, compuesto por infinitos microchips, que crean una aurora de luces rojas y azules en el techo de tu habitación. Cuando me tumbo a tu lado y rezamos juntos. Porque tú y yo rezamos. Porque tú me dijiste, callado, que Dios existe. Y yo te creo cuando duermes.
Y a veces, muchas veces, se me pierden las ideas, y se me vuelan las manos, mientras agarras con la derecha la cucharilla y te llevas a la boca yogur de avellana. Saboreando cada cucharada. Despacio. Terminando antes que yo. Quedándote en la mesa marrón mientras preguntas claves tapaditas con un velo de falsas banalidades. Cuando me miras y sonríes guardándote en la manga diabólicas barbaridades.
Porque me pierdo siempre que vuelvo y mirándote fijamente a tus dos cuencos rebosantes de aceitunas negras, te beso.

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Para tí, por enseñarme tanto...

20 octubre 2008

NECESIDADES BÁSICAS

Era y es
hacer literatura hablando con las hienas
y sorber despiadada, como una esponja de mar,
(en contra de encontrarse de repente una pared)
la más básica, animal de las necesidades.
Al igual que oírte respirar,
lo es y era,
cuando sólo dormido olvidabas
mi cuerpo tibio y tendido
al otro lado del lado tuyo de la cama.

13 octubre 2008

INTÚITU

El barro se había secado sobre la piel oscura que rodeaba el resquicio de carne de sus pequeñas y huesudas piernas de niño de seis años con ojos de cincuenta, formando olas de un mar seco que se había evaporado entre pausa y pausa del aliento de Dios. El polvo se había quedado a vivir en la cumbre de sus hombros piramidales, para jugar con el amarillo ictérico del no blanco de sus ojos enormes, junto a unos pómulos prominentes como cuarenta grados a la sombra. Escarbaba desnudo en la arcilla con cinco alfileres derechos, sin saber que el intento se volvía caricia, y dejaba apreciar de una forma explicablemente exacta el rail abandonado de su columna vertebral. Una sucesión arqueada de montículos perennes en los que algún que otro buitre barajaría quedarse a vivir la siesta. Los rayos solares juzgaban cabezas por sí mismos tras cinco millones de años de derecho, y las gotas de sudor se creían soberbio disolvente en la frente de esa minoría de hombres cultos. El niño, que seguía arrodillado mirando al suelo, abrió la izquierda, y dejó caer en el diminuto hoyo que había cavado unos trozos naranjas de plástico arrugado, y tres piezas dentales que ayer no estaban más vivas que hoy sus manos.
A menos de cien metros nos vimos dejar de existir el alma en la boca del infierno. Y justo antes de volver al mundo, se nos extinguió Dios en el fondo de los ojos, al igual que ese último intúitu que expiramos al suelo de aquel rincón al norte de Eritrea.

06 octubre 2008

Y QUÉ SI NOS ODIAN...


Perder veintiún gramos de células
cada vez que nos besamos
hace que seamos cada vez
más brutalmente dioses
y menos vulgarmente humanos.

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(entrada nº 77)

29 septiembre 2008

AMÉN, HIERBABUENA

La Vega respira en el pulmón del Cañón del Colorado mientras descienden en mi lengua, cermeña, los adoquines de piedra de la calle Corredera. Y el servicio secreto me comenta, que en la zeta, Santa Clara y sus cafés-escaparate se disfrazan de Dublín al son de las flexiones inspiratorias del esqueleto de un viejo acordeón, rojo y ajado.
Como antes yo.
Como otro mundo en un cajón civilizado.
Y los suicidas, esos locos que viven en Suiza.
Mientras, las púas de un erizo que se volatiliza, quedan a las dos para hacer el amor en el centro de la tierra. Y dormirte el alma nunca fue, del todo, mala condena.
En la radio, advierten del peligro de unos dedos bajo un vestido negro, a plena luz del día, en un monumento de piedra amarilla. Guante blanco y aliento blando si el tiempo nos da una tregua. O si a mi me da la gana.
A ciento veinte de peor convencional, en un baño de baches que remueven las ganas de follarte con amor. O de amarte sin follarte.
Y el polvo amontonado sobre las aspas del ventilador nos recuerda el cambio de itinerario del sol y sus siervos. Y la señal de obligación de escaparse del mundo, siguiendo a galope a uno de esos ciervos, que cruzan en el rojo del asfalto el verde de la hierba.
Y con este van siete dedos de ron y otros siete de limón. Un puñado de hielo picado con las muelas contra el suelo, en honor al dios del Iceberg. Azúcar moreno en el fondo de mi fondo y disuelto en el rubor disimulado del borde altivo de un vaso afilado.
Y la hoja de hierbabuena, copiándote el olor, un nuevo vicio, o una nueva religión.

22 septiembre 2008

HIROSHIMA

Quizá por haber presenciado algún que otro fin del mundo años atrás, forró las paredes de su corazón, extendiendo suavemente con las yemas de los dedos, como si fuese plastilina verde, una fina capa de Nobel 808, que no es más que aquel explosivo que los británicos crearon, con olor a almendras, bastante antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando el señor que estaba sentado a su derecha comenzó a rezar un rosario frenéticamente, aferrándose a las pequeñas piedras de ámbar como se aferra el no tan recién nacido a la calidez innata del pecho femenino.
Ella caminaba arrastrando su maleta roja y media sonrisa, pensando que a estas alturas de septiembre, ni siquiera la crisis de los pobres mortales le había impedido pasar unas vacaciones en el epicentro del hombre que la esperaba apoyado en la pared.
Y como quien cree gozar de la posesión absoluta de la piel de los kamikazes, caminaron encajando sus pasos y el envés de sus retinas como sólo lo supo hacer el inventor del primer puzzle de la historia.
Y la conciencia de fin fue cristalizando por toda la ciudad, en forma de piernas en los bares de Horlaleza, de hojas en las vías del metro, de fresas en un plato negro, de mi dedo índice en el espesor de su barba. Cuando el cielo empezó a deshacerse en granizo de sudor, él la llevó a su habitación para comenzar el ritual apocalíptico que rezan casi todas las escrituras en braile. Y allí citaron desnudos a Ana Rossetti, adoraron al dios de los collares, al zócalo blanco y a las paredes autodefinidas de un armario.
El corazón de ella explotó mientras hacía el amor sobre la cama, la silla y la mesa y el de él, por inducción, mientras practicaba el sexo sobre la mesa, la silla y la cama. La habitación se volvió del color Hiroshima y cuando llegaron los bomberos, en el suelo sólo quedaban vivos siete puñados de almendras y un carcaj de madera, que dicen que es dónde bebieron la sangre del alma gemela que cazaron en su última cena
.

08 septiembre 2008

QUIÉN SABE...


A veces, se pintaba

con luces de ojos

bebiéndose el fresco

de un patio de sombras.


Y a veces, extraía

gotas de sangre verde

del corazón de los tomates.

Dicen, (nadie), que

para desaprender a jugar

al desamor convencional (o nacional)

abrazada en sentido contrario,

a sus cartas de WhiteJack.

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¿O era al revés?

31 agosto 2008

SEPTIEMBRE NO EXISTE


Mientras el resto del mundo nadaba en la expresión cérea del automatismo, yo siempre supe que el efecto Von Restorff se materializaba en la línea continua que une tu ombligo y tu sexo. Quizá por eso, una vez cada cien años, se deja ver junto lo humano y lo divino. O quizá por eso siga barajando la teoría de que septiembre no existe en el ácido arco de mi espalda, y aquella de que el sol no es más que una bola de helado de limón. Así, mientras el resto de mortales nada en la expresión cérea de la cordura, yo te invito a una bola de sol en el blanco impoluto de mi calendario.

09 agosto 2008

EL LADO OBSCENO

Como una pandemia, mi momento de lucidez
Un incesto de fieras que llevan prendas de satén
y lamen glóbulos blancos, cristal y escapularios
El lado obsceno de tu pared,
del que rescuelga la pulpa amarga
del hijo del dios insomne que todos quieren ser
Como un golpe de estado, de tu ingrávido costado,
itinerante en el sudor de las vidrieras
El charol negro de las sustitutas de las enredaderas
Los días de calor, el cuerpo huye del cuerpo
Y el lado obsceno del ventilador
bebiendo de la rosa de los vientos
Como un universo destetado del quinto elemento,
que es el sin pudor de mi ornamento
cuando importa tanto nada
cuando habitas la humedad de mi epicentro
El lado obsceno de las marcas de la almohada
El lado obsceno
Y tú la arista con vistas carne adentro

27 julio 2008

EN EL OTRO EXTEMO


Abres los ojos lentamente. Observas cómo el humo del incienso se dispersa, y trepa por el aire hasta llegar al techo, donde muere dibujando ondas translúcidas que desaparecen. Deben ser más de las cuatro de la mañana en el mundo de los vivos.
Las paredes del salón se visten de puta con los tonos anaranjados que brotan de la lámpara medio rota del suelo. Agradeces respirar en la penumbra. Notas cómo la tela arrugada del sofá ha dejado marcas en tu cuello y tocas con las yemas de los dedos las carreteras que se desvían hacia tu nuca, enredadas entre los mechones de tu pelo. La brisa del puerto se cuela por las rendijas, densa, caliente, húmeda, como una manta de piel ajena y mojada. Sigues tumbada, con los ojos entreabiertos. En la mesa de madera hay hierba y un mechero. Él está dormido, a tu lado. Intentas recordar de qué hablaba cuando cerraste los ojos. De Buenos Aires, de Madrid, de los charcos. Respira profundo y ves el movimiento armónico de su pecho. Te levantas sin hacer ruido y caminas descalza. La música sigue sonando muy suave. Hay un chico dormido en el otro sofá y un par de cervezas en el suelo. Tiene el pelo rubio. Sus rastas cuelgan sobre reposabrazos y abraza un cojín verde con dibujos mayas.
Notas algo húmedo en el tobillo y te giras. Es Versus. Te mira con sus ojos redondos y sus orejas largas. Tiene la lengua fuera y jadea. Caminas hacia la cocina notando el frío de las baldosas en la planta de los pies. Versus te sigue, moviendo su cola marrón con el sigilo de un gato maleducado. Llenas de agua un cuenco de metal y lo dejas en el suelo con cuidado. El sonido del choque de la lengua con la superficie del agua rebota en las paredes del patio. Te cruzas con una mujer que camina desnuda hacia otra habitación, te sonríe y desaparece en la penumbra. Vuelves al salón y te detienes en el marco de la puerta. Hay un hombre en la ventana. Tiene el pelo gris y los ojos azul turquesa. Su barba algo más que recién nacida desafía la ley de las cuchillas bajo el labio inferior. No sabes calcular su edad. Cincuenta, quizá. Te mira fijamente mientras da una calada al cigarrillo. Una calada que parece atravesarle los pulmones llegando a la popa de su alma. Te hace un gesto con la mano. Te acercas y te apoyas en la ventana junto a él. Mientras te lías el último rebuscas en tu pozo de neuronas intentando recordar dónde has visto antes sus ojos hábiles y vidriosos. No lo recuerdas. Te da fuego.
-¿ Cuantos pedazos de piel te quedan? – te pregunta con un acento espeso y argentino mientras escupe una bocanada de humo que baila con la luna.
- Siete. – respondes, y te preguntas quién habla por tu boca cuando no quieres pensar.
- ¿Pecados?
- Castigos.
- Vos sos joven, quítate esos ojos antes de que te muerdan.- dice con voz seria.
El silencio se condensa en un par de minutos. Sólo se escuchan olas, jazz y respiración.
- ¿Crees que el diablo fuma?- le preguntas mirando al infinito.
- No...No le deja su mamá.- y sonríe con la garganta como quien guarda la boca en un túnel.
Tiras la colilla y echas el humo, dibujando un incendio apagado con la boca. Te pones las sandalias y la ropa y te diriges hacia la puerta. Antes de salir una mano te toca el hombro. Te das la vuelta y son sus ojos viejos.
- Discúlpame, ayer vos lloraste por mi culpa.
Y recuerdas su cara. Sus dedos en la guitarra. El saxo. Los bongos. Y flotando en la terraza de aquel café del puerto, su voz, que decía:

“Más y menos,
y en el otro extremo
de esa línea, estás tú
mi tormento
mi fabuloso complemento...”

Le sonríes algo ácidamente y cierras la puerta tras tu espalda. Bajas las escaleras de un tercer piso sin ascensor con vistas ruinosas a un mar ruinoso y caminas sin rumbo mirando al faro rojo de Ayamonte. Cantando con voz suave y lengua agria:
.
“Dulce magnetismo:
dos cargas opuestas
buscando lo mismo...."

Mientras unos ojos vidriosos te hacen los coros desde una ventana.

07 julio 2008

Y NADA TIENE QUE VER CON TROYA

Escuece
Escuece si la madera pierde papeles
allí donde el vientre de la madre tierra mece
espinas feroces en el plato de los reyes
.
Pliegues
Pliegues de horizontalidad que en columnas crecen
al tiempo que tus dedos en mi piel revuelven
tumbas de arcángeles rojos y delincuentes
.
Haré arder lo que yo quiera
con mi camisita blanca
y la saliva de muñeca
Que soy esa pequeña cala
donde pasan los delfines
las últimas horas saladas
-
Arderá en mis rituales
el manual de tu garganta
.
Vuelve
Vuelve a magullarme el ansia de los botones
a un suicidio en acantilados de pantalones
con vistas al jodido filo del horizonte
.
Y me seguiré follando a Cronos cada martes
Venderé mi alma a Dios por una canción de Chaouen
Seguiré mordiendo, corazón, para que grites y no hables
Meteré tu dedo frío en un guante lleno de sangre
Clavaré las uñas al asfalto de la piel de los gigantes
.
Y haré arder lo que yo quiera
mientras Maquiavelo duerme
en mi paladar de seda
Que soy esa pequeña cala
donde pasan los delfines
las últimas horas saladas
.
Y yo haré arder lo que yo quiera
Y tu serás cada diciembre el quicio de la primavera
Y yo haré arder lo que yo quiera...
.
.
.
.
De fondo: "Semilla en la tierra"
Carlos Chaouen...

23 junio 2008

¿MAMÁ?

Nunca fue buena para las fechas señaladas. Ni cumpleaños, ni método ogino, ni santos, ni descuento en el árbol, pero hay números que no se olvidan.
Perdió a su madre el día en que nació su tercera hija, que fue el mismo en el que el Atlético de Madrid ganaba con esfuerzo su séptima Copa del Rey. Aquel sábado en el que la perra, de la perra, de la vecina se quedaba preñada y los pimientos subían diez pesetas. Exactamente el mismo en que su marido decidió irse con su amante cubana, diez años más joven que él. Pero lo peor, con mucha diferencia, de ese veintinueve de junio fue la decisión del abuelo de la criatura, que con toda la buena fe que cabe en las arrugas de un hombre de setenta años, decidió llamar a la pequeña como su difunta esposa. Catalina. Y fue lo peor porque ella no soportaba a su madre. Y fue lo peor porque después de los dolores del parto y aún con la frente empapada en sudor, el cordón umbilical sin cortar y la explosión hormonal de oxitocina, ya había olvidado lo que era estar casada. Y es que no le importaba demasiado dejar de lavarle los calzoncillos a quien había convertido su abdomen en un campo de estrías y su vida en un aburrido programa de ordenador que ignora el significado de la palabra movimiento aleatorio.
También es verdad que aquello de la reencarnación le sonaba parecido a las letras rojas del panfleto que estaba debajo del teléfono, y que decían no se qué de arroz tres delicias con gambas.
El segundo día que nunca olvidará fue aquel en el que entendió todo. Entendió por qué Catalina no dormía la siesta como los bebes normales y lloraba cuando quitaban la telenovela de la dos. Entendió por qué no se iba a la cuna sin mojar antes el chupete en chinchón el día que intentó hacer las croquetas de su madre. Aquel día, Catalina, sentada en la trona con un babero rosa muy grande colgado del cuello, agarró una croqueta y se la metió en la boca. Cuando tragó el trocito que había mordido, bebió agua y dijo mirando a su madre: “Mira que te lo dije, que no te casaras con ese desgraciado, que no hay nada como el jabón de lagarto y que la bechamel hay que removerla todo el rato. Anda, llévame al sofá que va a empezar la novela”

16 junio 2008

¿SABES QUÉ?


Podría decirte que hay quien confunde el cajón de mi ropa interior con la lengua de una geisha, o que cambié de planes para comerme a cucharadas el número dieciocho de la carta del Mandala. Podría hablarte de la médula espinal de los paraguas y del terciopelo rojo de la lámpara que vive esquinada en mi salón. Quizá te contase la leyenda del hombre que se convirtió en fibra muscular, la teoría encendida de la luciérnaga apagada, y el cuento de la carne de aceituna de un olivo en la carretera. Descansaría siete segundos para beber un trago de tequila de contrabando (directo desde la Ciudad del Viento hasta la veleta incompetente de mi comisura), y (te) confesaría que (a mí) me gusta hacerlo a secas y enfrente de un espejo, y que odio la sopa. Te diría lo poco que me importa la huelga de transportistas, pues sólo desayuno flores de naranja y corazones que ruedan, solos, por la calle Compañía. Te hablaría de una marca de nacimiento con forma de estrecho de Gibraltar, de musas que mandaron a la mierda el paro, de los ojos de buey (morados), del terremoto de Lisboa, las plumas de las nubes y la república independiente de mi cama. Del delirio nihilista, de las cinco letras de mi nombre o de la relación proporcional que existe entre los kilos de césped recién cortado y la intensidad del olor a sandía. Del síndrome del ascensor en la biblioteca, de incienso de menta, del maullido de los perros con tacones, del cayado de la aorta y de que Nadal cree que soy pelirroja. Te diría que el parqué derretido es una droga dura, que las cosas sí son lo que parecen, o incluso peor, que siempre quise tener un maestro de esgrima... Pero entonces, sabrías demasiado y no me quedaría más remedio que matarte o hacerme un cinturón con tus cuerdas vocales.

09 junio 2008

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Quizá debas pensar que esta vez las paredes no se mojaron de lágrimas
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01 junio 2008

DECRÉPITA CONQUISTA

Disuelta en el arco que acoge
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el aplomo aguado
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de tu luminiscencia.
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Afanada por sentir viva la piedra
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y el bonsái de tu derrota.
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Decrépita conquista
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la del reino de mis piernas,
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la del llanto del artista,
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la del circular cubista
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que busca en su cuerpo siluetas,
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ignorando que quizá lo que palpita
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no sea más
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que el corazón de una cereza muerta.
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Escrito para
SALAMANCA LETRA
CONTEMPORANEA

26 mayo 2008

QUE NO RESUCITEN LOS SABIOS...

La madera de las mesas del Molly tiene miedo, adicción y fósiles grabados a golpe de bic, colmillo y boca abierta. Guarda secretos y delitos entre sus astillas, como ases en la manga de un sabio muerto.
Hacía demasiado que no se veían y tenían demasiadas cosas que contar.
Pidieron cuatro cervezas, se sentaron en una mesa al fondo a la derecha, y la ronda de exclusivas dio comienzo.
W bebía un trago mientras en voz baja, sólo al principio, decía que no sabía exactamente si le iba el sado, pero que casi se dan de ostias, y que la sangre de los arañazos en las sábanas confirma que a él todavía le tiene que escocer la espalda. X no puede dejar de reír. Ya sabía la historia porque al día siguiente W le llamó para cenar fideuá en su casa y desahogarse. Y y Z no dan crédito.
Y cuenta que no sabe si dejar a su novio, con el que lleva varios años, para volver con su ex, que por cierto, ha engordado bastante, y lleva al acecho desde que lo dejaron. Pero dice que va a esperar a que se asienten las ideas y terminen los exámenes. W X y Z llevaban algún tiempo sin verla ilusionada...
X, entre trago y sonrisa y trago, cuenta que ha descubierto que es multiorgásmica gracias a un tipo que le saca 14 años y del que puede que vuelva a ser amante alguna vez más, además de que cree que se ha enamorado de otro que tiene los ojos azules y con el que nunca ha hablado. Y y Z le dicen eso de: “no tienes remedio...”
Z deja que pase un ángel, y escupe que ha vuelto con su ex porque después de estos meses se ha dado cuenta de que es más feliz con él que sin él.
El culo de los cuatro vasos hacía ya tiempo que había visto la luz y una vez más las astillas de la mesa y las mangas de los sabios se cebaron con barbaridades, carcajadas y silencios, mientras ellas se dejaban arrastrar por la fuerza centrífuga de un "¿Tomamos otra?"

18 mayo 2008

LA SOMBRA DE LA LAGARTIJA




Siempre le gustaron las bolsas de envasar al vacío y las partidas largas de tetris. El sol se ponía lentamente mientras la sombra de una lagartija corría por la arena, esquivando espuma amarilla que parecía caída del cielo de algún siglo pasado. Tocaba con las yemas de los dedos dunas que rozaban suavemente sus piernas, mientras la brisa del mar espolvoreaba su pelo largo con salitre. Pensaba en sus ojos color fresa antes del solsticio, en la boca desmarcada, en los gritos en silencio, y sonreía. Miraba el horizonte perdida en un mundo probablemente inexistente, como los restos de su olor en la corbata manchada. Se levantó lentamente y caminó hacia la casa de madera que se sostenía a pocos metros de la orilla. Las tablas del suelo crujían como mandíbulas de bestias hambrientas al paso de sus pies, que dejaban un leve rastro de arena. Cuando llegó a la cocina abrió el congelador, en el que estaban encajados 50 trozos de él envasados al vacío. Se quedó quieta observando su partida de tetris perfecta, mientras desde el suelo la sombra de una lagartija le miraba fijamente a los ojos.

06 mayo 2008

TU CIENCIA FICCIÓN

Mi voz sonaba sólo en tu cabeza
La cerveza la bebiste a dos botellas
Las estrellas no pierden la ropa en su portal
Quien te hizo sudar no era la perla negra
era una borrasca tropical

No me reces, no me reces
Que no existo, que no me has visto
Soy el producto infinito de los dragones
de la mazmorra de tu imaginación
No me reces
Soy sólo un bocaito de ciencia ficción

Las uñas te las clavaron los gatos
Fueron las hormigas las que te arrancaron el labio
El tequila caliente se duchaba contigo en el baño
Y mientras tú pensando,
rezando...

No huelo a manzana fresca
No tengo suaves las piernas
No he rugido en tus oídos
Recuerda cielito
No me reces que no existo
Que no
No me reces
Que no
Que no
Que no existo

No me reces, que no existo
No me reces, no me has visto
Soy el producto infinito de los dragones
De la mazmorra de tu imaginación
No ocupo dos habitaciones
Pa que se duerman tus dragones
Soy sólo tu ciencia ficción
.
.
Pour tes fourmis...

28 abril 2008

FEROZMENTE

En el resorte insaciable de un rizo que lucha a muerte contra el tirabuzón asesino ganamos, perdiendo por el camino trozos de lengua con sabor a delicatessen.
Nos adentramos en la batalla salvaje de arrancarle con las pestañas la ropa a quien lleva demasiada poca, o relativamente demasiada.
Y llamamos al teléfono rojo del enemigo. Clavamos en sus entrañas de nata nuestra espada desde la sala más pequeña de Salamanca. Me dieron un año de tregua y una botella firmada. Fui la reina de los hielos, y tú la fiera que los devoraba.
Sin prisa, con pausa. Nos colamos en la trinchera ganando ojos no tan viejos que miraban a través de una pared. Nos dieron las diez, las cien, las mil balas de risa y hojalata y borramos las marcas de los hombros a golpe de alquimistas y terrazas.
Bebimos sangre y casualidades vertidas en una gorra y compramos todo el brillo que el sol ya no utilizaba. Devastamos mil países inventados y esparcidos a nuestro alrededor.
Finalmente, saboreamos la victoria de salir con más vida que los gatos de esta guerra caliente e improvisada, llena de agujeros por los que se escapaban Córdoba y preguntas, orgasmos y bocetos, medio dedo verde, una taza caliente, los sueños, los ases, el polvo en el viento y las cartas. Esperando ferozmente nuestra próxima batalla.
.
.
.
.
Para una fiera
que anda suelta...

13 abril 2008

LO DE MI BOCA

Puede ser, lo de mi boca, culpa de la lluvia, que deshace las aceras como exceso de acuarela en el puente de los suspiros. Que hayamos tenido el Vaticano entre las piernas y un pacto suicida en un folio excomulgado. ¿Y qué si me describo? ¿Y qué si me desangro? ¿Y qué si exhibo migas descarnadas ante las garras del hambriento? Jineta apocalíptica de jueves a domingo. Y parece ser, que hay un dos por tres en muecas escurridas y sangre edulcorada en el parqué. Y parece ser que quebró la línea de equilibrio en la bolsa de sudor.
Tal vez, lo de mi boca, sea culpa de la lluvia, que disuelve las pisadas con llanto amargo de ceniza. O puede ser culpa de seis frentes enfrentados, avasallándome el costado con su lengua caliente. Es curioso, ya no necesito respirar cada vez que nadie dice que tú, en realidad, es la segunda del plural.




De fondo:
"No abra final para este cuento
de 10 por dos y una me llevo..."

07 abril 2008

MAÑANA LLAMO YO

Llegué como quien tiene un paraíso privado, encerrado en un tapiz rojo que cuelga en la pared. Cerré la puerta de mi apartamento con llave. Vacié todo el aire de mis pulmones lentamente. Dejé los zapatos en la entrada y fui quitándome ropa según iba caminando hacia la habitación. Hacía calor y el sol entraba a borbotones. Bajé un poco las persianas. Sentía el frescor del parqué en la planta de los pies, como hormigas trepándome avenidas musculares. Fui al salón y abrí el armario de madera que está sobre la televisión. Cogí una copa de cristal rojo. Cerré de nuevo el armario y caminé cuatro pasos, hasta la cocina. La llené de vino hasta la línea curva de su relieve que supone dos tercios de su capacidad vital. Volví al salón con la copa en la mano y me solté el pelo. Encendí el portátil. Había llegado el momento. Me senté en el sofá con las piernas extendidas y puse el ordenador encima. Un sorbo de Marqués de Olivara bailó un tango con mi lengua y mis dientes.
Le di al play.





Seis minutos y dos segundos después apagué el móvil. Mañana llamo yo...
Cuatrocientos orgasmos por hoy habían sido suficientes.

30 marzo 2008

LO SIENTO

Quizá deba saber
que sueño más de lo que debiera
con beber el aire
que en su paladar se cuela
Y es tan difícil
no dejar de ser a ratos de piedra
para ser espuma y seda
para ser metacrilato.
Hay quien dice que no quiero
cuerdas en piernas brazos
hay quien dice que no puedo,
que hay latidos caducados,
enjaulados en mi cuarto,
con las nubes en un cuadro
ya cansados, muy cansados...
tan cansados...
Quizá deba saber
que ha dicho el telediario
que el frío nos da una tregua
para que salgan nuestras lenguas
de paseo y a la venta
Que la cuenta se equivoque
porque quizá no le haya dicho
que a mi todo se me rompe
en burbujas de cerveza.
Hay tres sillas vacías
posos posando siluetas
en mis piernas mercancía
y un horizonte que deja caer
eso de que quizá
usted también deba saber
Que no prometo quedarme
Que nunca prometo quedarme
Que lo mío no es quedarme
Que como usted ya sabe
soy mitad de piel
y mitad aire
y a ratos
sólo a ratos
soy de metacrilato.





De fondo: gritos...,
"Desde aquí, desde mi casa
veo la playa vacía
ya lo estaba hace unos días
ahora está llena de lluvia
y tú ahí sigues sin paraguas
sin tu ropa, paseando
como una tarde de julio
pero con frío y tronando
¿se puede saber qué esperas?..."
y más gritos... y algún no te lo tomes al pie de la letra....

23 marzo 2008

VOLAR , MORIR, MATAR


Un dolor punzante en el abdomen le surcó las entrañas y se desplomó en mitad de la calle. Veía inmóvil, desde el suelo, cómo las nubes reptaban suplicando un sorbo de piedad etérea o un trozo de cielo para pasar la noche en el círculo polar.
El dolor avanzaba como rayos de sol, desde el ojo de buey de su ombligo hasta el reino en que cabalgan los pulmones.
El viento revolvía su pelo mientras ella seguía mirando al cielo, notando cómo una manada de bestias corría por su columna vertebral. Se desabrochó la camisa azul y vio en su abdomen bultos que se movían frenéticos. Cogió un trozo de cristal que dormía a su derecha y se hizo un corte desde la horquilla esternal hasta el vientre. Cientos de pájaros empezaron a brotar de su cuerpo, a volar directos al cielo del círculo polar. No volvió a cerrar los ojos, y hay quien dice que las ganas o vuelan o matan o se van.

17 marzo 2008

NO TARDO...

Como los kilos de llamadas para encontrarnos en la estación del Sur, mi nuevo look de francesa y dos voces de enciclopedia enumerando trozos de cuerpo cuyo nombre creíamos no recordar. Como el poplíteo, la arteria pedia, el neuroporo, como un derrame de ganas cerebral. Como el terremoto del exprimidor de naranjas, nuestros pies y sus plantas masticadas, Colón, Cibeles, La mayor, Preciados, los bongos retirados y el humo compartido. Como los tacones negros de charol, mil fotos erótico-festivas, dos locas sin edredón, cabeza con cabeza más allá del allá de las dos. Como los bollos de leche y el trato de reina zamorana, éxtasis por la mañana con jabón de chocolate y barro del mar muerto...
Como cascabeles usurpando las muñecas para no perderlas en brechas de tiempo disipado, un par de mantas finas después de las torrijas con aroma de canela, Transamérica y boca abierta...
Y el estrés como mordiscos de pirañas del Retiro, un secador muerto en el intento, un tiento de lesbianas que daban bastante el pego. Desembocadas en Chueca y su boca de metro...Beber mas que aire de caracol en Libertad 8, salir haciendo eses, claves de sol y cuenta cuentos. Como morir casi en el intento de cenar, y por fin ver el cielo, entrar a hablar en mejicano, las coronitas, las islas con tesoro, bechamel, retratos en el baño y ver aún de tres en tres. Accidente gris en mi vestido, seca-manos, agua y lavabos fulanos. Mil dosis de metro en la vena safena, la sangre en canoa, cola asesina en el Mauna Loa. El morir de un clavel en el pozo de un bolso sin fondo, collar hawaiano, lenguas de gato, volcanes gigantes, el baño dentro de un estanque, cocos pedidos por esos dos que si que saben...
Como carámbanos por Huertas, muertos y muertas con ganas de fiesta, Quijote en el suelo, sus letras y sus retales, muslo de chino en bocadillos viscerales.
Como el chico con aires de ayer y sabor a naranja, un no puedo en el brazo derecho y un efímero recuerdo permanente en el izquierdo, corazón a medias de caramelo, la tuerca de su labio abajo a la derecha.
Como una carretera sin mirar y una mano fría en una espalda, una chica dormida contra la ventana, sueños relativos, heridas en los dedos, enredos nuevos para noches y días festivos.
Alarma el día de las palmas, un ángel sin chaqueta cosiéndome a la espalda los tirantes. Como el chef Alvarado y el billete, la próxima, prometo que cerrado.
Como dos bocadillos improvisados, empacho de parque interminable, gatos, gateras, gomas marrones, muñecas de porcelana, peonzas, rotondas...todo made in el diablo.
Patos como cochinillos que pesan casi setenta kilos, el chico del disco de Revolver siempre amenazado por palomas con el colon dilatado. JFK y su teléfono fijo, besos al por mayor, referencias de Zara Home por catálogo, con ojos marrones claros, camiseta preciosa en tonos a juego y azulados, la niña y su pequeño reloj, y las lágrimas de cine que me debe. Starbucks moca, capuchinos y la tarta que le gusta al chico guapo, pero no tipo ken. Y las tetas de no se quien naturales y nosotras nos quedamos con el de las patadas al cojín y sus glúteos imperiales. Y vosotros a dormir en el sofá.
Como pintarnos los labios en el tetris de un baño. Como tu puntería para preguntar a guiris y la mía para pedir fotos a la decimotercera edad, una nueva especie, la cámara borrosa digital.

Y millones de tickets, servilletas y tapones.
Y ser casi detenidas por bailar en la delincuencia.
Y un cepillo de dientes de emergencia.
Y la chica bonsái.
Y el chico de Vitruvio.
Y su boca de naranja imaginaria.
Y todo un delirio.
Y todo tú.
Y todo yo.
Y todo rojo.
Y todo TODOS nosotros.





A Teresa & padres,
a Jorge, María y compañía,
y a tí, que te debo
más de un beso.
A todos por este fin de semana
frenético e increible.
Gracias y esperadme,
que no tardo...

09 marzo 2008

DIOS DIRÁ

Subes las escaleras rasgando con tu barba de tres días y medio cortinas de humo que dilatan tus pupilas, haciendo que parezcan agujeros negros en edad de crecimiento. Eliges la mesa que está junto al balcón, porque sabes que me gusta perder la mirada en el cielo de la esquina enraizada de Gran Vía. Mientras me quito la cazadora adivinas que seré yo la primera en ir a por un par de cervezas a la barra y mirar uno por uno a los tipos que se crucen en mi camino. Te sientas mientras me alejo, odiando mis putos juegos y el vaivén de mis caderas, y cuentas los pantalones que están pensando en arrancarme los míos. Arrugas con fuerza la caja de vacía de cigarrillos, en un intento desesperado por no gritar mientras te repites a ti mismo que hoy serás tú quien me folle y que mañana dios dirá.

03 marzo 2008

COMO UN PUTO RELOJ



Se ha caído
al suelo
el huésped
de mi ombligo
y ahora
llevo
el alma
colgando
como un maldito
reloj
de bolsillo.



25 febrero 2008

LLÁMALO CLAUSTROFOBIA...



Un grito estremecedor rodó por las escaleras lamiendo la barandilla. Se estrelló contra el suelo del portal, como un sueño derretido en un plato de espejo. Hizo vibrar los cristales de todo el edificio. Estornudaron polvo las grietas famélicas de las paredes y el vello de los brazos de quien pasaba por allí se convirtió en un pelotón de soldados en guardia.
Dos minutos antes me había levantado dándole la espalda y el tiempo suficiente para esfumarse. Como suele ser. Como deber ser. Había contado hasta cien mientas me colgaba el collar que dormía en el suelo, escondido entre la ropa. Cuando me volví él seguía en la cama, mirándome, y un grito estremecedor se cayó de mi garganta.







Fotografía de Aitor Martín

17 febrero 2008

CINCO CONMIGO

Vuélvete loco
cuando nos den las diez
cuando el frío se engarce en tu jersey.
Y no sabrás nada de mí,
me esperarás solito allí con tus fantasmas...

Vuélvete loco,
arráncame sudor embotellado.
Domesticado, duerme en mi salón,
llámame puta y llora un rato.

Si te permites cinco minutos conmigo
masticaré el reloj,
apretaré con la lengua el hierro
del maldito gatillo.

Vuélvete loco
juega con un juguete roto.
Dos cervezas y tres cuellos relamidos,
tan calada a medio tiro...
Garabatos asesinos en el extrarradio.

Si te permites cinco minutos conmigo
masticaré el reloj,
apretaré con la lengua el hierro
del maldito gatillo.

Si te permites cinco minutos conmigo...
Si te permites cinco minutos conmigo,
en el primero vuélvete loco.






Para un muso resentido
que le pone música a las ganas...
si, si...para Henry...

10 febrero 2008

COMO BESTIAS EN CELO

Bailó durante horas como si nada le importase, mientras la noche iba adentrándose en lo más profundo de su propia existencia, allí donde los gatos pardos se confunden con retales de piel en la pared. Se despeinaba contando los ojos ajenos que rondaban su cintura, esquivando dedos que creían ser más listos que la apuesta de sus piernas de tequila.
Estrechó la mano de dos tipos con corbata después de hablar de dinero, tarimas y casualidades y siguió matando bares con la luz de las bombillas hasta el siniestro surrealista de un choque de ojos.
Se ahogó en su Hierro, en sus eses, en el tacto de un chaleco, en el cuero de un collar, en un cuadro de letras, en colores descarnados, en la carne de su cuello. Se rindió a los seis minutos y empezó a tener miedo de no querer dejar de escuchar, de hablar, de estar, de ser, de morder, de respirar...
El sol salía de su guarida mientras caminaban por calles que no conocían, sin importar el trozo de Roma en el que desembocasen. Los camiones descargaban cajas de fruta, los niños cargaban con la mochila, los coches, los perros, los bancos...La ciudad amarilla despertaba frenética y ellos andaban despacio. Él la agarraba del hombro y le acariciaba la cara, ella buscaba el calor de su pecho introduciendo la mano entre dos botones de su cazadora. Mil miradas les fulminaban a cada paso y ellos no podían evitar reírse del reloj y los horarios. Se despidieron con un beso en un portal jugando con la suerte entre los dedos.
A mitad del día el teléfono sonó dos veces. Cuando colgó se quedó sentada en el sofá, con un café en la mano y una sonrisa extraña. Mientras mojaba los labios en el aroma que brotaba de la taza, veía cómo su caja de secretos estaba a punto de explotar, su estómago colgando de un hilo y los caminos raros reproduciéndose como bestias en celo.

31 enero 2008

FALLO DE FÁBRICA


Se miró en el espejo casi sorprendida, preguntándose en qué momento la zona de piel que soportaba el peso de sus gafas había dejado de ofrecer resistencia a eso que llaman gravedad, aún sin saber exactamente lo que era… No supo responder y la tetera sonó como música de fondo.
Quizá nunca había sido diferente. Quizá el blanco y la profundidad de los surcos de su frente eran tan solo un fallo de fábrica. No recordaba…
Apagó la luz del baño y se dirigió hacia la cocina, que cada día parecía reptar más allá del pasillo. Se quedó quieta, mirando la madera cansada de ese armario, siempre lleno de galletas para las visitas, que por fallo de fábrica desaparecieron el mismo día que la gravedad. -¿En que momento habían caducado las galletas?- Otra vez, no supo contestar…






A Teresa, la 3ª del 3ºC,
porque cada vez más
te echo de menos...

25 enero 2008

VEINTE RAZONES


Teorizo acerca del frío aniquilado en el parqué mientras gano batallas de cinco minutos al monstruo del tiempo. Me divorcio de las sábanas y camino descalza por el suelo de mi habitación, esquivando una lucha a muerte entre tacones y muñecas, una guerra civil entre los condones del primer cajón y el ¿cuándo olvidé que tengo diecinueve?...Diecinueve hasta que el reloj marque las ocho.
Me desnudo lentamente en el baño, frente al espejo, escrutando los lunares que me salpican la cara. Cuatro.
Busco nuevas civilizaciones entre los huecos intercostales, océanos de lava bajo mis clavículas. El pelo conquistando la décima vértebra dorsal y sigo igual. La misma estructura de un desastre brutalmente ordenado. Algo más delgada. Algo más adicta a no tener más que una adicción fija.
¿Cuándo enseñé a hablar a las hormigas asesinas? ¿Cuantos ojos muertos tienden sobre las aceras de esta ciudad encantada? ¿Miedo a dejar de estar loca? No gracias, no fumo...
Y el agua de la ducha cae sobre mí, caliente, como un verdugo de las células que ya no dicen nada, mientras las vivas gritan a flor de piel que quieren desayunar trozos de aire.
Son las ocho. Tengo el labio mordido y veinte razones para comerme el mundo.






A tod@s los que siguen
al pie de mi cañón,
dentro de mi vida...