Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

04 mayo 2014

04052014

Era el año del mundial, el año en que murió el último guerrero. Los gigantes telefónicos compraban paradas de metro como si fueran bolsas de pipas. Los filtros fotográficos hacían la realidad aun más bella, y el setenta por ciento de la población mundial había sido infectada por un virus que los hacía correr de un lado a otro con cronómetros de muñeca, como si un batallón alienigena les persiguiera. 
Tu cumplías treinta y tres, la edad de Cristo, y yo conquistaba la capital después de siglos a las puertas. Tenías aquella barba siempre perfecta, en la que me gustaba meter los dedos, hacerlos desaparecer, jugando como en un saco lleno de paja cobriza. Y la sonrisa. Siempre la sonrisa. Como un aspersor de tranquilidad, de calma mentolada, aunque fuera todo ardiera, tú siempre estabas lleno de agua fresca. Yo tenía la cabeza dura, la piel de melocotón y manos ágiles de alfarera. Nos corría la vida entre los dedos, entre las piernas. Masticábamos la felicidad como el cereal, despacio, y respirábamos profundo hasta que dolía.
Era cuatro de mayo de 2014 y nos fundimos en un abrazo eterno, como dos osos milenarios antes del último de los inviernos. Eso y tu pecho es lo último que recuerdo. Quizá sea porque todo lo demás no importa.

Felices 33...