Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

27 octubre 2008

ACEITUNAS

A veces te miro a los ojos y me pierdo. Me pierdo como una diminuta peca en el universo infinito que rodea a tu perfecta y pequeña nariz. A veces se me pierde el origen bíblico de las palabras, en el laberinto eléctrico que hay tras el ojo de buey que intuyen tus imperceptibles pupilas. Frenéticas pupilas. Buscando siempre ese no sequé que desencadene la combustión orgánica del roce de todo lo que duerme en su potencia. O simplemente cinco minutos para jugar a las palas en la arena, después de sumergirme en la piel de Belber Ying y flotar, tú, en el mar del Principito.
A veces me asusta tu bestial circuito, compuesto por infinitos microchips, que crean una aurora de luces rojas y azules en el techo de tu habitación. Cuando me tumbo a tu lado y rezamos juntos. Porque tú y yo rezamos. Porque tú me dijiste, callado, que Dios existe. Y yo te creo cuando duermes.
Y a veces, muchas veces, se me pierden las ideas, y se me vuelan las manos, mientras agarras con la derecha la cucharilla y te llevas a la boca yogur de avellana. Saboreando cada cucharada. Despacio. Terminando antes que yo. Quedándote en la mesa marrón mientras preguntas claves tapaditas con un velo de falsas banalidades. Cuando me miras y sonríes guardándote en la manga diabólicas barbaridades.
Porque me pierdo siempre que vuelvo y mirándote fijamente a tus dos cuencos rebosantes de aceitunas negras, te beso.

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Para tí, por enseñarme tanto...

20 octubre 2008

NECESIDADES BÁSICAS

Era y es
hacer literatura hablando con las hienas
y sorber despiadada, como una esponja de mar,
(en contra de encontrarse de repente una pared)
la más básica, animal de las necesidades.
Al igual que oírte respirar,
lo es y era,
cuando sólo dormido olvidabas
mi cuerpo tibio y tendido
al otro lado del lado tuyo de la cama.

13 octubre 2008

INTÚITU

El barro se había secado sobre la piel oscura que rodeaba el resquicio de carne de sus pequeñas y huesudas piernas de niño de seis años con ojos de cincuenta, formando olas de un mar seco que se había evaporado entre pausa y pausa del aliento de Dios. El polvo se había quedado a vivir en la cumbre de sus hombros piramidales, para jugar con el amarillo ictérico del no blanco de sus ojos enormes, junto a unos pómulos prominentes como cuarenta grados a la sombra. Escarbaba desnudo en la arcilla con cinco alfileres derechos, sin saber que el intento se volvía caricia, y dejaba apreciar de una forma explicablemente exacta el rail abandonado de su columna vertebral. Una sucesión arqueada de montículos perennes en los que algún que otro buitre barajaría quedarse a vivir la siesta. Los rayos solares juzgaban cabezas por sí mismos tras cinco millones de años de derecho, y las gotas de sudor se creían soberbio disolvente en la frente de esa minoría de hombres cultos. El niño, que seguía arrodillado mirando al suelo, abrió la izquierda, y dejó caer en el diminuto hoyo que había cavado unos trozos naranjas de plástico arrugado, y tres piezas dentales que ayer no estaban más vivas que hoy sus manos.
A menos de cien metros nos vimos dejar de existir el alma en la boca del infierno. Y justo antes de volver al mundo, se nos extinguió Dios en el fondo de los ojos, al igual que ese último intúitu que expiramos al suelo de aquel rincón al norte de Eritrea.

06 octubre 2008

Y QUÉ SI NOS ODIAN...


Perder veintiún gramos de células
cada vez que nos besamos
hace que seamos cada vez
más brutalmente dioses
y menos vulgarmente humanos.

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(entrada nº 77)