Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

29 junio 2009

Se quedó a dormir con Irán,
que reprimía su inspiración como él en el baño

los gritos a los quince.

La hipoxia no entiende de edad,

ya sabes,

me decía con los labios azules y el mercurio desparramándose

entre las juntas de las baldosas,

como el amor en primavera.

22 junio 2009

STRIGIDAE

Separaba las plumas con el tenedor,
y cortaba con esfuerzo los tendones de sus patas en rigor mortis.
Destacaba la suciedad extrema del plumaje del búho con el brillo del filo de plata de la vajilla.
Un regalo de la abuela. Aún con las tripas fuera, el búho,
tenía mejor aspecto que la abuela.
Un trozo de carne le colgaba de la barbilla, y escurría un hilo de sangre propio de la carne cruda. Gotas de sangre y saliva mezcladas entre el vello de su barbilla.
Hirsutismo.
Una distribución del vello, propiamente masculina, en la mujer, debido a una sobreproducción de andrógenos. Eso le dijeron en aquella consulta. Un tumor en la médula de la glándula suprarrenal, que al comprimirse, (cuando defecaba, por ejemplo, al vestir pantalones que apretaban su cintura, por ejemplo) expulsaba una cantidad extra de hormonas masculinas a su torrente circulatorio.
Sonó el teléfono en el silencio de la casa.
Necesitaba un trapo. La servilleta estaba demasiado impregnada de la sangre del búho.
Un trapo en la boca.
Iba a vomitar.

15 junio 2009

CV

Antes de dedicarse a viajar por el mundo recortando con unas tijeras verdes erratas de libros escritos en cualquier idioma para después meterlas en cajas de música, se había dedicado a plantar huesos de durazno en la cuneta del kilómetro cero de cada estado. Para lo cual dejó su anterior empleo, que no era otro que robar cucharillas de café, luego fundirlas y dar forma a canalones para que cuando dejasen pasar lluvia a su través, el olor a Colombia inundase toda la avenida. Mucho antes había introducido su hocico en la compraventa de caballos mansos a los que volvía salvajes recitándoles palabras obscenas al oído sílaba por sílaba, hora tras hora, y haciendo el amor delante de ellos como si fuera un animal que al final del combate lame los ojos de su amante. Previamente tuvo que dejar el trabajo artesanal. Crear con sus manos ojos de muñecas, huecas por dentro, en las que los contrabandistas metían opio en el país. Claro, todo esto fue antes de que le echasen de la agencia literaria, y mucho antes de estudiar economía. Lo que nadie entendía era cómo cada 9 de septiembre ella metía todo lo que tenía en una maleta para seguirle y dedicarse, según decía, a aquello para lo que había nacido. Nadie pensaba, claro, que se refería a eso tan bien remunerado de ser feliz.

08 junio 2009

4/1

Acabo de salir.
Dos horas en un aula magna en la que destripan enfermos de cáncer en preguntas tipo test, (penalización 4/1), para que elijamos, muchas veces al azar, opiáceos que aliviarán levemente su dolor animal y metastásico. Quizá óseo, prostático, tal vez pulmonar. Obviamente no les curará de la muerte el hecho de que se les administren vía intravenosa, o el de que yo haya puesto una cruz negra, paradójicamente, en la opción A.
Acabo de salir.
Les tengo calados. A todos. Son simples. O yo muy lista. El cielo está nublado y la humedad del ambiente arruga los gestos como si fueran yemas de dedos de niños tras un baño caliente. Camino deprisa y sudo. Bajo unos 5 centímetros la cremallera de la cazadora hasta que destapo la porción superior de mi cuello. Esa que estaría abultada si tuviera pene, o si hiciera todo lo posible por tenerlo. Noto cómo el sudor se va enfriando, creando una película gélida que envuelve la base de mi cabeza, mientras el pelo, empujado por el aire, me oculta trozos de cara. Una mujer camina perpendicularmente a mí en un cruce. En esa esquina en la que hay una tienda de interruptores. ¿Cómo coño puede existir una tienda que exclusivamente venda interruptores? Me jugaría un ovario, ese que estaba crujiendo hace una hora, a que en el sótano hay doce blancas del este prostituyéndose treinta horas al día. La mujer se cruza por delante. Camina con los brazos balanceándose en un abrigo gris, abre la boca y deja caer mirando al suelo un escupitajo. Puedo ver perfectamente las burbujas cristalinas nadando en la saliva blanca y poco consistente de la mujer. Se gira levemente. Es demasiado posible que me haya visto el asco en la cara. Sigo caminando. Llego a la plaza del Oeste. Está en obras, no lo sabía. Parece que hace más de una semana que salí de aquí. Me cambio de acera. Me cruzo con una chica con el pelo corto, morena, ropa ancha. Lesbiana. Mucho. Me suena su cara. Mucho. Ana. Se llama Ana. Y fue conmigo durante un par de años al colegio. No la veía desde los cinco años.
Acabo de salir.
Doblo otra esquina. Una panadería. El panadero es rubio y parece ruso. Es exactamente igual que Pocholo. Con la coca espolvoreada sobre las magdalenas pone a tono a las putas del sótano de la tienda de interruptores. Me juego el otro. Ese no cruje. Sigo. Paso por la frutería. El chico debería haber dejado de intentar echarme un polvo el primer día que no respondí a su mirada entre las cajas de fresas. Ya ni siquiera le miro, pero sé que él sigue el movimiento coordinado de mi muslo y mi cadera hasta que me pierde de vista. Sigo, cruzo, acabo de salir y voy a entrar. Saco las llaves. Está empezando a pintinear. Ya sé que no existe esa palabra. Me la suda. Subo en el ascensor. Mi compañero de piso no está. Estoy sudando. Entro en mi cuarto. Ha hecho la cama. Se ha dejado su mp4 verde y ha hecho la cama. Me quito la ropa lo más rápido que puedo y me pongo el cabezal de un uniforme de quirófano. Sacyl. Lo robé en una práctica de anestesia. Éste y otro. La pelusa de debajo de la mesa tiene edad para emanciparse. Mi ropa interior está doblada encima de la cama. Volverá en 15 minutos y me mirará escribir tumbado.
Acabo de salir.
El opio. El monstruo del cáncer. Las rubias del sótano. El polvo de dentro de 15 minutos. Ser feliz. ¿Ser feliz ? La opción A.