Como los kilos de llamadas para encontrarnos en la estación del Sur, mi nuevo look de francesa y dos voces de enciclopedia enumerando trozos de cuerpo cuyo nombre creíamos no recordar. Como el poplíteo, la arteria pedia, el neuroporo, como un derrame de ganas cerebral. Como el terremoto del exprimidor de naranjas, nuestros pies y sus plantas
masticadas, Colón, Cibeles, La mayor, Preciados, los bongos retirados y el humo compartido. Como los tacones negros de charol, mil fotos erótico-festivas, dos locas sin edredón, cabeza con cabeza más allá del allá de las dos. Como los bollos de leche y el trato de reina zamorana, éxtasis por la mañana con jabón de chocolate y barro del mar muerto...
Como cascabeles usurpando las muñecas para no perderlas en brechas de tiempo disipado, un par de mantas finas después de las torrijas con aroma de canela, Transamérica y boca abierta...
Y el estrés como mordiscos de pirañas del Retiro, un secador muerto en el intento, un tiento de lesbianas que daban bastante el pego. Desembocadas en Chueca y su boca de metro...
Beber mas que aire de caracol en Libertad 8, salir haciendo eses, claves de sol y cuenta cuentos. Como morir casi en el intento de cenar, y por fin ver el cielo, entrar a hablar en mejicano, las coronitas, las islas con tesoro, bechamel, retratos en el baño y ver aún de tres en tres. Accidente gris en mi vestido, seca-manos, agua y lavabos fulanos. Mil dosis de metro en la vena safena, la sangre en canoa, cola asesina en el Mauna Loa. El morir de un clavel en el pozo de un bolso sin fondo, collar hawaiano, lenguas de gato, volcanes gigantes, el baño dentro de un estanque, cocos pedidos por esos dos que si que saben...
Como carámbanos por Huertas, muertos y muertas con ganas de fiesta, Quijote en el suelo, sus letras y sus retales, muslo de chino en bocadillos viscerales.
Como el chico con aires de ayer y sabor a naranja, un no puedo en el brazo derecho y un efímero recuerdo permanente en el izquierdo, corazón a medias de caramelo, la tuerca de su labio abajo a la derecha.
Como una carretera sin mirar y una mano fría en una espalda, una chica dormida contra la ventana, sueños relativos, heridas en los dedos, enredos nuevos para noches y días festivos.
Alarma el día de las palmas, un ángel sin chaqueta cosiéndome a la espalda los tirantes. Como el chef Alvarado y el billete, la próxima, prometo que cerrado.
Como dos bocadillos improvisados, empacho de parque interminable, gatos, gateras, gomas marrones, muñecas de porcelana, peonzas, rotondas...todo made in el diablo.
Patos como cochinillos que pesan casi setenta kilos, el chico del disco de Revolver siempre amenazado por palomas con el colon dilatado. JFK y su teléfono fijo,
besos al por mayor, referencias de Zara Home por catálogo, con ojos marrones claros, camiseta preciosa en tonos a juego y azulados, la niña y su pequeño reloj, y las lágrimas de cine que me debe. Starbucks moca, capuchinos y la tarta que le gusta al chico guapo, pero no tipo ken. Y las tetas de no se quien naturales y nosotras nos quedamos con el de las patadas al cojín y sus glúteos imperiales. Y vosotros a dormir en el sofá.
Como pintarnos los labios en el tetris de un baño. Como tu puntería para preguntar a guiris y la mía para pedir fotos a la decimotercera edad, una nueva especie, la cámara borrosa digital.
Y millones de tickets, servilletas y tapones.
Y ser casi detenidas por bailar en la delincuencia.
Y un cepillo de dientes de emergencia.
Y la chica bonsái.
Y el chico de Vitruvio.
Y su boca de naranja imaginaria.
Y todo un delirio.
Y todo tú.
Y todo yo.
Y todo rojo.
Y todo TODOS nosotros.