Y resulta que las horas pasaban lentas. Tan lentas como quería que pasase cualquiera de esos días en los que no tenía nada más que hacer que desayunarme la mañana en labios verdes o frotar el envés de la piel de la razón contra los ventrículos abiertos de las colchas blancas y negras de Ikea. Y creo que sí, que las horas pasaban tan lentas en los pasillos infectados de desinfección como las lenguas de la mayoría de los animales vivíparos sobre el pelo recién nacido de sus crías. Y no quiero decir, para nada, que no fuese una sensación subjetiva, y tampoco que los relojes de arena que tengo en las axilas no siguieran las horas puntas de otro meridiano más cerca del cerco del horizonte de los días sin otoño, o de los de apellido Auto-res. Pero las horas pasaban demasiado lentas, tanto que me hacían escurrir en los ojos las cortinas. Y ahí es donde aparecía él. Sí, él. Él estaba sentado sobre su colcha de Ikea y me miraba. Me miraba mientras yo me recogía el pelo frente al espejo de su armario blanco. Como una palabra de autodefinido que se queda inmóvil, ya colocada, mirando el cuadrado negro que tiene enfrente, uno de esos agujeros negros que para las palabras de los autodefinidos deben ser como la materialización de lo desconocido. Pero la cuestión es que él me miró y me dijo que estaba guapa. O mona. O algo así. Quiero decir, una de esas cosas que se dicen, que en realidad no sé si quieren decir algo o son simplemente un beso solidificado. Así que me acerqué y le besé. Y entonces, mientras yo volvía al espejo él comenzó a leerme un fragmento de Héroes, de Ray Loriga. Un libro morado, con una fina franja color hierba en la contraportada, y en la portada uno de esos tipos a los que me follaría un día cualquiera sin amor. Porque para eso del amor ya estaba él. Bueno, y para follar también. La cuestión es que empezó a leer algo que un par de días después leería yo sola a bastantes kilómetros de distancia de su colcha de Ikea y de las ganas de parar el tiempo. Porque al fin y al cabo la cuestión sigue siendo que las horas pasaban tan lentas, que el único remedio para no clavarme en el colon los minutos de descuento era dejar correr diapositivas en las que me veía amando(le) sobre una colcha de Ikea mientras Ray Loriga se follaba desde la estantería a la envidia en contraportada.
Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...
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8 comentarios:
A ver,el texto es cojonudo.Lo único la referencia al gilipollas de Ray Loriga que es un puto farsante que entonces vendía una imagen y ahora vende otra. Conozco perfectamente el libro, lo tengo y lo leí prácticamente nada más que salió y reconozco que en aquella época me encantó porque estaba hablando de temas que me resultaba muy cercano. Pero Ray se vendió y empezó a politizarse, hacer cine y decir chorradas de neoburgués. En fin... Una penita. Pero eso sólo es mi opinión probablemente equivocada e ignorante y de todas formas el texto es como casi todos los tuyos... Cojonudo.
Pues yo no tengo ni puñetera idea de como escribe el bueno (o el malo) de Ray. Pro el texto me ha encantado. que suerte el que se sienta en esa colcha de Ikea mirando a alguien tan pasional.
"...deberían vender pistolas sin licencia para que los niños que nunca llegarán a los 18 se defiendan de los hombres que nunca tuvieron 15...a veces me he sentido desnudo y a veces me he sentido como un puzzle en manos de un idiota...lo peor es la tristeza. Arriba o abajo es mejor que la tristeza, no importa lo violenta que sea la caída..."
y tantas y tantas otras grandes frase que ahora no recuerdo...ese libro en concreto, me salvó a tiempo, cuando a los 15 no sabía nada de mí, ni del mundo
Mmm... el otro día me llevé una sorpresa al encontrarme "Tokio ya no nos quiere" de nuevo en la librería :)
Me lo has traido a la mente con esa imagen de Ray follandose a la envidia.
Un besazo.
Odio la lentitud del tiempo. Lo quiero ya y ahora
Qué curioso. Mi post del 20 de noviembre también fue de este libro... Por cierto, me sorprendió gratamente.
Un beso
buen texto, me gustó lo del tipo follable sin amor de la portada
Hmmm... un interesante blog, muy prometedor... te pongo una marquita para seguirte la pista
besos de lobo
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